LA TUMBA DE LAS MADRES SIN HIJOS…
Por Nuestro Recordado Amigo Lionel Rodríguez, QEPD
El 4 de mayo de 1901 en la bóveda del cuadro noroeste # 28 del Cementerio de Colón, La Habana, fué sepultado el cadàver de Amelia Goyre, según el Acta de Defunción Folio 141 Libro 4 del Juzgado Oeste. Ella y su criatura murieron en el parto. Según costumbres de la época, el recién nacido fué colocado a los pies del cadàver de su madre en el féretro y así los enterraron.
El 24 de enero de 1941 falleció Vicente Adot, el viudo de Amelia. Exhumaron los restos de su mujer para enterrarlo. Y entonces surgió la historia o la leyenda: los sepultureros, familiares y amigos afirman que los restos de Amelia estaban bien conservados y que ENTRE SUS BRAZOS SOSTENIA “AMOROSAMENTE” EL ESQUELETO DE SU HIJITO….
¿Cómo fue posible que si el niño muerto fue colocado a los pies de la difunta apareciera en esa pose entre los brazos de su madre? ¿La enterraron viva? ¿Acaso se trataba de un milagro?. Cierto o falso, se comenzó a hablar de “la Hermana Amelia”, de que su espíritu se especializa en hacer que matrimonios estériles tengan hijos. Su tumba se convirtió -y es hasta hoy- en la màs visitada del majestuoso cementerio habanero. Como pueden, cientos de cubanos, mayormente mujeres, consiguen flores para colocarlas en el lugar.
La tumba està marcada por una estatua que es una obra de arte: Una gran cruz sostenida por una mujer que tiene un niño entre sus brazos. La hizo el escultor José Villalta Saavedra, autor del mausoleo de los estudiantes de Medicina fusilados en 1871.
Amelia Adelaida Francisca de Sales Goyre de la Hoz era hija de los Marqueses de Balboa y apenas era una adolescente cuando se hizo novia de Vicente Ardot con quien se casó en 1900 cuando ambos tenían 22 años de edad. Deseaban tener muchos hijos. Amelia quedó pronto embarazada pero en el parto se presentaron problemas que, para los médicos de aquella época, fueron insolubles. Madre e hijo murieron y fueron sepultados juntos en la forma descrita. Dicen que el viudo estaba inconsolable, cada día visitaba el sepulcro, “le hablaba a su amada y la escuchaba”. Vicente se hizo rico y la gente murmuraba que era porque “consultaba con Amelia sus inversiones”. La leyenda creció entre el pueblo y la tumba se convirtió en una atracción para creyentes y no creyentes. En pleno comunismo, no faltan quienes van a rezarle y llevarle flores a Amelia, a pedirle milagros.
La dictadura atea quiso terminar con eso y nombró una comisión de “historiadores y periodistas” para que emitiera un informe. Se buscaron libros, fotos, registros. Uno de los testigos era descendiente de Amelia y aseguró: “Nunca hubo exhumación, no hacía falta pues la tumba era para varios ataúdes”. La “testigo” era una miliciana que vivía en una buena casa obsequiada por el gobierno en un barrio antes de ricos y ahora de ‘mayimbes” comunistas. La Comisión divulgó un folleto dictaminando: “Nada pudo comprobarse sobre la anécdota del niño. Los registros muestran una sola persona enterrada en el féretro y ninguna exhumación. La imaginación popular y ciertos intereses propagaron un caso inexistente”.
Pero, el pueblo no cree nada de lo que dicen los comunistas y muchos siguen visitando la tumba y venerando a la Hermana Amelia, sea cual sea la verdad. Yo soy amante de los cementerios, he recorrido muchos, se aprende entre sus tumbas, modestas o suntuosas. Poco antes de salir de mi patria caminé por el Cementerio de Colón incluyendo el sepulcro de la leyenda. Era en diciembre de 1980, en plena convulsión represiva post-Mariel. La tumba estaba limpia, cuidada, con flores. Tres mujeres oraban disimuladamente ante la estatua de màrmol. Y pensé en muchas cosas sobre mi patria herida. !Mis flores blancas y rojas para todas las madres presentes y ausentes…!
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